minutos musicales


mientras decidimos el futuro del blog…

En Perú, Machu Picchu y mucho cebiche


Machu Picchu

Machu Picchu


Y finalmente, Perú. Un país por el que siempre me sentí atraído sin saber muy bien porqué. Ahora, tras visitarlo, ya tengo algunos argumentos. Históricos, culturales, lingüísticos, gastronómicos, arquitectónicos. La primera parada fue Cuzco, hermosa ciudad de paso obligatorio para ir al Machu Picchu, pero mucho más que un escala técnica. El poderío que respira la Plaza de Armas te hace entender de golpe la importancia que tuvo la capital del imperio inca que se extendió por los Andes, de Colombia a Chile. Después llegaron los españoles, que eran brutos, pero no tontos, y construyeron sobre los restos incas, la mayoría de iglesias y palacios que todavía hoy presiden la ciudad. Es curioso ver las diferentes capas en las construcciones más antiguas de Cuzco. La base de piedras gordas incas y más arriba la arquitectura española. Todo un viaje en el tiempo. Y de ahí a la maravilla de Machu Picchu. Ningún resto de antigua civilización del mundo me ha llegado tanto como la misteriosa ciudad-montaña. Camuflada entre la maleza durante tres siglos, pasó desapercibida para la historia, los europeos y sus descendientes. Hasta que llegó Indiana Jones (en realidad su nombre era Hiram Bingham) a redescubrir -mientras buscaba otra cosa-, hace ahora exactamente 100 años, este increible lugar que todavía hoy encierra un montón de misterios. Lo que sí está claro es que el lugar es hermoso, y que los incas le dieron importancia a la belleza del enclave al elegirlo. También es evidente lo avanzados que estaban en ingeniería urbanística, agricultura, canalización de aguas y algo fundamental que occidente olvidó, ser conscientes de la naturaleza y aprovechar la fuerza de sus elementos en vez de luchar contra ellos. Aislados arriba, en la icónica montaña de Huayna Picchu, la que sale en todas las postales de Machu Picchu, a más de 2600 metros sobre el nivel del mar tenían agua, sol, comida, protección, hermosas vistas… en fin, todo lo necesario para vivir, menos wifi.
BR1 sentado entre las brumas de la madrugada en las ruinas de Machu Picchu

BR1 sentado entre las brumas de la madrugada en las ruinas de Machu Picchu


Un largo y emocionante día de visita y ascensión al epicentro arqueológico de Sudamérica y la sensación de sentirse con el alma llena y limpia. Más o menos la sensación opuesta a la de pasarse un día entero viendo tele basura o paseando por un centro comercial (shopping). Con el alma contenta, ahora era el estómago que empezaba a decir ¿qué hay de lo mío? Y qué mejor lugar para contentarlo que Lima, la capital de uno de los países de gastronomía más apasionante y rica del planeta. Además de sus miles de tipos de sopas y de platos con influencias chinas, españolas, árabes, japonesas… la joya de la corona es el cebiche. Delicioso pescado blanco macerado en limón con cebolla, cilantro, ají picante y sal. Bueno, bueno, cada día comí. Hasta que al quinto día consecutivo el estómago, agotado, dijo «no más pescado crudo, por favor». Porque el día que descansé de cebiche comí sushi, aprovechando la gran colonia japonesa en Perú. Lima es una ciudad muy interesante y el castellano que se habla, uno de los más claros y bonitos del continente. Más que el centro o Miraflores, me gustó el barrio de Barranco por el que callejear entre casas bajas, con poco tráfico, y disfrutar de la vida a bajas revoluciones en una ciudad a orillas del Pacífico. Si van a Lima, no dejen de visitar el barrio de Barranco, y ya que están pídanse un cebiche del pescado del día en el Canta Rana, un restaurant popular especializado en pescados y arroces que abrió un argentino hace más de 25 años en la única ciudad castellanoparlante del continente que puede mirarle a los ojos a Buenos Aires. En Lima termina mi periplo sudamericano y también algo más de nueve meses de viaje por el hemisferio sur: desde Indonesia hasta Perú, vía Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia. No digo que el viaje termine, todavía no lo siento así. Ahora vuelvo al hemisferio norte, donde empezó esta aventura hace más de 500 días, a cerrar el círculo, y a abrir otros. ¡A ver qué!. Tengo ganas de saber qué hay más allá de la vuelta al mundo y de contároslo. Así que… ¡sigan conectad@s!
BR1 echándose una siestecilla en ell Machu Picchu, con el Huayna Pichu de fondo

BR1 echándose una siestecilla en ell Machu Picchu, con el Huayna Pichu de fondo

el inspirador Estado Plurinacional de Bolivia


la Fiesta del Gran Poder inunda anualmente de devotos las calles de La Paz

la Fiesta del Gran Poder inunda anualmente de devotos las calles de La Paz


Bolivia es uno de los países más ricos de Sudamérica en recursos naturales (gas, sal, litio, plata… bueno, la plata casi ya casi nos la llevamos toda). Y, a veces pasa, también es el país más pobre del subcontinente en renta per capita. No obstante desde 2006 algunas mejoras han empezado a llegar a las capas más humildes de la población. Ese año por primera vez en la historia un indígena llegaba al poder. Evo Morales, un presidente distinto a los que uno conoce. Por muchos motivos, pero me voy a quedar con tres. Uno, emigrante. A los 6 años se fue con su familia a trabajar a Argentina. Dos, cocalero. Antes de ser presidente representó a los cultivadores de coca de la zona plantándole cara a Estados Unidos con éxito en su intento de erradicar ese cultivo de Bolivia. Y tres, indio. Se considera de nacionalidad aymara. Desde que ganó por mayoría absoluta las elecciones de uno de los países con mayor proporción de población indígena de América del Sur unas cuantas cosas han cambiado. Ha descentralizado el poder, llevándose la capital a Sucre, pero manteniendo el gobierno en La Paz. Ha realizado múltiples reformas sociales. Y ha hecho algo que podría exportarse a muchos países del mundo. Consciente de la riqueza y variedad de lenguas, pueblos, culturas y tradiciones que habitan el lugar mucho antes de que existiera la República de Bolivia, o incluso antes de que llegaran los Incas y los españoles, ha rebautizado al país y algunas de sus instituciones. Ministerio de Culturas (¡en plural!), Estado Plurinacional de Bolivia. Y en todos los edificios públicos ondean gigantes la bandera de Bolivia al lado de la igualmente inmensa Wiphala que representa a los pueblos indígenas andinos. ¡Qué sencilla e inteligente fórmula de inclusión! Me estoy imaginando ahora un Ministerio de Culturas de España promoviendo todas las lenguas y culturas del país, y que uno pudiera tener acceso a ellas desde cualquier punto de España. Los vascos que viven en Sevilla o Madrid podrían ver ETB allí, o los valencianos podrían ver TV3 en su tierra para poder practicar más el catalán si quisieran, porque el Ministerio de Culturas garantizaría que todos los ciudadanos tuvieran acceso a las diferentes lenguas y culturas del país. Buena fórmula, la verdad. Los primeros días en Bolivia, a veces me decía cómo me cuesta entender el castellano de algunos bolivianos!, luego me di cuenta de que el castellano de Bolivia es claro y hermoso, y que lo que no entendía era quechua, o aymara, o guaraní o cualquiera de las 37 lenguas oficiales del país. En La Paz callejeé un montón. Disfruté de las Fiestas del Gran Poder con multitudinarias ruas de músicas que me recordaron a las que oí con Vicent en la fiesta de Moros y Cristianos de Alcoi. También vi unos bailes populares que tenían algún parentesco con las sevillanas. Al fin y al cabo, España está en los genes de Bolivia también. Comí en el mercado, saqué fotos y me sentí a gusto como paceño.
Copacabana, a orillas del lago Titicaca

Copacabana, a orillas del lago Titicaca


Después de La Paz y ya camino a Perú había que acercarse al lago Titicaca. Cuyas aguas se encuentran a más de 3800 metros sobre el nivel del mar. El lago navegable más alto del mundo. Muy energético y especial. La base para explorarlo fue Copacabana, población donde me comí una espectacular trucha al limón y desde la que tomamos un bote a la Isla del Sol. Los paisajes del Titicaca son hermosos. Aguas claras, cielos nítidos, nubes blancas como en los dibujos animados y de fondo, a veces, imponentes picos nevados de los Andes. Uno de esos lugares especiales donde uno podría hacer un retiro espiritual, una cura personal o inspirarse para escribir un libro.
BR1 visto en la costa norte de la Isla del Sol, lago Titicaca

BR1 visto en la costa norte de la Isla del Sol, lago Titicaca

nieve, sal y sol en el Salar de Uyuni


BR1 esperando el tren, en Uyuni, Bolivia

BR1 esperando el tren, en Uyuni, Bolivia


Crucé a pie la frontera de Argentina a Boliva. A un lado de la barrera, La Quiaca, al otro, Villazón. No pensé que fuéramos a encontrar cola para pasar a Bolivia, porque uno imagina que habrá más boliviano quieriendo entrar en Argentina que al revés. Me equivoqué. Casi tres horas esperando a que los funcionarios revisasen todos los papeles y documentos requeridos a los locales para pasar de un país a otro. Con los viajeros rubitos iban un poco más rápido, pero estábamos en la misma fila así que, sin privilegios. Ya en Villazón empecé a notar que Bolivia tenía un encanto especial. A un kilómetro y medio del puesto fronterizo estaba la estación de tren, hacia ahí íbamos, entre otras cosas porque Villazón no tiene mucho que ver ni tampoco había otra forma de huir ese día en el que había paro de taxis y buses con todas las calles cortadas por los propios autocares cruzados en el medio para que a nadie se le ocurriese no seguir la huelga. El tren salía a la tarde y llegaba a Uyuni de madrugada.
vista del Salar de Uyuni desde la Isla del Pescado

vista del Salar de Uyuni desde la Isla del Pescado

A 3600 metros de altura sobre el nivel del mar, en el medio del Altiplano de Bolivia, a la una y media de la madrugada hace mucho frío. Yo creo que fue la noche más fría de todo el viaje. En una cama con sábanas congeladas en la que, al cabo de un rato se acumulaba algo de calor a un centímetro del cuerpo, pero a la que movías un brazo o un pie parecía que encontrabas hielo y volvías exactamente a la misma posición en la que estabas. No había hielo en la cama, pero sin calefacción y con temperaturas bajo cero fuera, daba esa sensación. Pero la aventura es la aventura y habíamos llegado hasta aquí para ir a ver el desierto de sal más grande del mundo, y dicen que posiblemente el más bello, el Salar de Uyuni. Eso sí, antes había que equiparse: guantes y medias de lana de alpaca, pantalones interiores de esos que se ponen debajo de los pantalones (en mi caso entre las piernas y los tejanos) y unas botas de montaña. Otro contratiempo fue el mal de altura, que ya había experimentado en el Tíbet, y que volvió a hacer acto de presencia, más levemente, en el Altiplano. Dolor de cabeza, mareo, fatiga… algunos sienten náuseas también. Para combatirlo, reposo, muchos líquidos (agua, té, mate, sopa), sobre todo con hoja de coca, y otros estimulantes como la cafeína o la sal. En las farmacias del lugar le venden a los forasteros una pastilla que mezcla paracetamol con acetazolamida y no-me-acuerdo-que-más, y funciona. Eso sí, si alguien está muy mal, vomitando y sintiéndose como un trapo, entonces hay que bajar, acercarse al nivel del mar, porque si no la cosa puede ser grave. No hizo falta activar ningún plan de emergencia. Con reposo, paciencia, mates de coca y alguna pastillita de esas que nos vendieron en la farmacia, listos para el Salar. Tres días recorriendo una maravilla natural sin igual. El Salar de Uyuni con sus blancas extensiones de antiguo océano evaporado. La Isla del Pescado con sus cactus milenarios observando el horizonte salino. Volcanes, flamencos, llamas, alpacas y vicuñas. Pueblos de trabajadores de la sal en la que la proporción de indígenas se acerca a la totalidad. Y al final la Laguna Colorada, un increible paraje natural en el que la gama cromática se multiplica por mil al retirarse las nubes que descargaban nieve sobre las cotas más altas y aparecer de nuevo el todopoderoso sol.

Laguna Colorada, Bolivia

Laguna Colorada, Bolivia

La Quebrada de Humahuaca, el lejano noroeste argentino


el paraíso geológico de la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy

el paraíso geológico de la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy


El noroeste argentino suele quedar lejos, a nivel geográfico y cultural. No conocía a nadie que viviese por ahí. Nunca había ido ni me había acercado lo más mínimo. Los viajeros que hacen Argentina rápido no suelen incluirlo en su TOP3 de imprescindibles (Buenos Aires, Patagonia, Iguazú). Pero esta vez era diferente. Dos meses y medio por Buenos Aires, con escapadas a la costa (Gesell y Pinamar) y a La Cumbre (con paradas en Córdoba y Rosario). Visita posterior a las Cataratas y, tras atravesar Paraguay, tercera entrada a Argentina en el mismo viaje. En esta ocasión para visitar Salta y Jujuy, el lejano noroeste, la versión andina del país donde nací. Una región con fuerte historia precolombina en la que se respira la autenticidad de un pueblo arraigado a su tierra a pesar de incas, españoles y argentinos. Desde hace menos de diez años es destino de mochileros, viajeros, geólogos. Y doy fe de que la Quebrada de Humahuaca es de lo más especial y diferente que he visto en todo el viaje. Empezando por sus marcianas formaciones montañosas. La arquitectura colonial de Salta y el charm de sus calles y plazas. Las carreteras rodeadas de paisaje árido de Jujuy. El pueblo de Purmamarca y su fotogénico Cerro de los Siete Colores. Tilcara, su superhostel Malka con vistas y la Peña de Carlitos en la que comerse una milanesas, algún plato con quinoa o unas empanadas salteñas y tomarse una cerveza Salta disfrutando de música regional en vivo. El remoto pueblo de Iruya, perdido entres las montañas sobrevoladas por cóndores. Y Humahuaca con sus polvorientas y pintorescas calles alrededor de las vías abandonadas cuando se empezó a abandonar hace más de tres décadas el tren y casi todo lo demás en este gran país que tocó fondo hace diez años con la famosa crisis financiera del corralito y parece que desde entonces se ha vuelto a encarrilar en el tren del progreso sudamericano. Un camino incierto y apasionante en el que Argentina va colocando las vías frente a la locomotora sin seguir ninguna hoja de ruta de exportación. Y donde parece que ahora cuentan todos, incluso los menos blancos que viven en estas zonas más remotas. Un país joven y orgulloso, de pasado tormentoso, presente ilusionante y futuro esperanzador.
en este kiosko de Salta venden todo tipo de vicios y también una planta que se usa contra el mal de altura

en este kiosko de Salta venden todo tipo de vicios y también una planta que se usa contra el mal de altura

Paraguay, un país entre paréntesis


ruinas jesuíticas de Jesús, cerca de Trinidad, Paraguay

ruinas jesuíticas de Jesús, cerca de Trinidad, Paraguay


Hay países que no figuran en las listas de destinos preferidos por los viajeros. Te pido una lista de 10, 25, 50, 100 países que te gustaría visitar y dudo que te acordases de Paraguay. Es natural, a mi también me hubiera pasado. Es como si estuviera entre paréntesis. Como camuflado entre las dos potencias sudamericanas, Brasil y Argentina… y Bolivia.
Y de hecho lo visitamos porque se puso en medio de nuestra ruta y parecía interesante visitar un país tan olvidado por la suerte, la prosperidad y los viajeros. Olía a episodio rural auténtico sin turismo masivo. La entrada fue por Ciudad del Este, otra rara y polvorienta población fronteriza llena de comercio paralelo. De ahí a Encarnación, de la que se ha escrito que es una de las ciudades con más encantos del país. El problema es que en los últimos meses han demolido TODO el barrio histórico, porque hace algún tiempo decidieron que como consecuencia de una presa que iban a construir, la crecida del río Paraná iba a ocupar el espacio del casco antiguo de Encarnación, así que ahora donde estaban los edificios más interesantes de la ciudad no hay NADA, y para colmo resulta que ya no está tan claro que el agua vaya a ocupar el terreno en cuestión. Por suerte las mayores joyas arquitectónicas, históricas y culturales de la región están protegidas por el sello de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Las ruinas de las misiones jesuíticas de Trinidad y Jesús. Mejor conservadas que las argentinas y las brasileñas, y mucho menos transitadas. No había nadie! Todo un lujo pasear entre templos, casas e iglesias de otra época sin hordas de disparadores compulsivos de fotografías digitales. La última parada en Paraguay fue en su capital, Asunción. Donde se respiran las mayores desigualdades económicas de uno de los países más pobres del continente. Palacios majestuosos y chabolas con vistas al río Paraguay. Cochazos y mendigos. Y lo más curioso del asunto es que pasear por sus calles es bastante seguro, especialmente de día y por el centro. Entre otras cosas porque el ejército está en cada esquina, y a diferencia de antaño, ahora velan por la seguridad de los ciudadanos y visitantes. Entre las ciudades visitadas, llano, amplio y prácticamente deshabitado campo. Relajantes paisajes abiertos y vacíos. Con vendedores ambulantes de chipas, el pan nacional, hecho a base de almidón de mandioca o maíz y queso. Como dato anecdótico, una noche, cuando el equipo azulgrana de fútbol orgullo de este modesto país, el Cerro Porteño, se jugaba su pase a la final de la Copa Libertadores contra el Santos de Brasil, Paraguay enmudeció. Y aunque al final no logró la gesta de estar entre los más grandes, al final del partido todos los paraguayos estaban contentos con el buen papel que había hecho su equipo. Pocas veces he visto gente con tan buen perder. Para mi es una de las cosas que más ennoblece a las personas. Jugar por diversión, querer ganar y saber perder.
todo el país apoyando al equipo azulgrana para pasar a la final de la Libertadores

todo el país apoyando al equipo azulgrana para pasar a la final de la Libertadores

las Cataratas del Iguazú, el espectáculo de agua dulce más conmovedor de la Tierra


BR1 remojado por las aguas de las Cataratas de Iguaçu, lado brasileño

BR1 remojado por las aguas de las Cataratas de Iguaçu, lado brasileño

Tenía ganas de superlativos. Y también de mojarme con una opinión como la del titular como me mojé viendo el agua caer por la impresionante Garganta del Diablo de las Cataratas del Iguazú. El primer día fuimos del lado brasileño desde el que se ven las cascadas en perspectiva, la foto completa. Y además de cambiar nuestro humor radicalmente aquel día, de «más o menos» a «euforia», descubrimos que los arco iris que se forman en el aire cuando hay agua y sol en determinado ángulo pueden llegar a ser circulares! Nadie me lo enseñó en la escuela!! Así que los arcoiris pueden ser «círculo iris», completo! Los 360 grados del círculo perfecto de un arco iris dibujado ante nuestras narices (mojadas), entre la gran cascada y nosotros. Uno no para de ver cosas nuevas, aunque lleve 16 meses de viaje, oiga. Para asimilar tanta belleza y que no nos diera un ataque del Síndrome de Stendhal nos dimos un día de descanso. Fue en el que aprovechamos para visitar el Parque das Aves en Foz do Iguaçu, todavía en el lado brasileño. Aves tropicales de todos los colores y reptiles de generosos tamaños y contrastada ferocidad te recordaban que estás en una zona donde la naturaleza aún es mayor que la civilización (y que dure). Ni con mi camiseta tuticolori comprada en Córdoba, Argentina, pude igualar la exuberancia cromática del tucán. Ahora sí, tocaba ver de cerca esta maravilla natural de fama universal, las cataratas del lado argentino que ahora están entre las 28 nominaciones a convertirse en una de las Nuevas 7 Maravillas Naturales del planeta. Estoy convencido que el 11/11/11, fecha en que se sabrá el resultado de las votaciones, Iguazú estará ahí en el TOP 7. Y si no, no importa. Son increibles y punto. Nunca he visto nada igual. Millones de litros de agua dulce en caída libre, entre rocas y abundante vegetación. Contundente, bello y tranquilo al mismo tiempo, porque pocos metros antes de caer, el río Iguazú parece una balsa y tras la poderosa caída de agua, todo vuelve a su cauce con sorprendente facilidad. Podría cerrar ahora este post del con una metáfora que comparase el fluir del agua de Iguazú con la vida y sus diferentes estadios, pero lo maravilloso de la lectura es que activa la imaginación del lector, así que cada cuál se haga su imagen y me ahorre la cursilería, yo ya tengo mi imagen y mi sensación, y os aseguro que son superlativas.
BR1 intentando hablar el idioma del tucán, que no es el guaraní sino el tuticolori

BR1 intentando hablar el idioma del tucán, que no es el guaraní sino el tuticolori

un poquinho de Brasil camino a las cataratas


Praia Mole - Galheta, ilha de Santa Catarina, Brasil

Praia Mole - Galheta, ilha de Santa Catarina, Brasil

Brasil era una de mis asignaturas pendientes. Llevaba toda la vida sobrevolando al gigante tropical cada vez que iba y volvía de Barcelona a Buenos Aires, pero nunca lo había podido degustar. Solo un rato, a los cuatro, en las cataratas de Iguazú y una vez mucho después en una escala en Río que me permitió conocer su aeropuerto, con sus gemas preciosas y su megafonía sensual estilo bossanova, pero nada más. Así que ahora tenía ante mi la ocasión de ver y vivir una pizca de la nueva locomotora sudamericana. La despedida de Uruguay y la bienvenida a Brasil en una ciudad fronteriza, rara, rara, como la mayoría de pueblos que viven alrededor de algo tan anacrónico y artificial como las fronteras. Chuy. De ahí un comodísimo autocar nocturno a Porto Alegre tripulado por dos conductores que se turnaban cada tres horas. Uno rápido, pero correcto, y el otro temerario como no había visto en Asia. Qué animal! cómo adelantaba camiones saltándose la doble línea contínua. Así dormí poco y mal. Y llegué de mala leche a Porto Alegre. Ciudad que, aunque dicen es una de las de más calidad de vida del país, nos decepcionó un poco. Gris, normal. Y de ahí, en otro bus de largo recorrido nos fuimos hasta Florionópolis. Ciudad de vacaciones a la entrada de la isla de Santa Catarina. Aquí ya se respiraba otro clima. Aunque se acerca el invierno en el hemisferio sur, en esta latitud y en la costa huele a verano. Frutas tropicales buenísimas, zumo callejero de caña de azúcar fuera de serie y en la isla un montón de rincones naturales por explorar como la playa Mole y su vecina nudista Galheta o la playa de pescadores clavada en el tiempo de Pantano do Sul. Brasil es mucho Brasil, habrá que volver otro día a conocerlo de verdad, pero antes de abandonarlo vamos a disfrutar de una de sus maravillas. No, no me refiero al Cristo Redentor sino a las Cataratas de Iguazú, punto en el que se juntan Brasil, Argentina y Paraguay, al que siempre quise volver.
playita de pescadores en Pantano do Sul, isla de Santa Catarina

playita de pescadores en Pantano do Sul, isla de Santa Catarina

la costa atlántica, de Punta del Este a Punta del Diablo pasando por Cabo Polonio


la tele, el perro y BR1 en la playa de Cabo Polonio

la tele, el perro y BR1 en la playa de Cabo Polonio

Llevaba toda la vida oyendo hablar de Punta del Este pero nunca había ido. Es como un Miami o Benidorm uruguayo invadido en verano por argentinos pudientes. Fuera de temporada, o sea de marzo a noviembre, está vacío. Una ciudad fantasmagórica con edificios altos a primera línea de mar. El puerto es agradable y el ¨casco antiguo¨ o downtown es hermoso, alrededor de la plaza del faro. Por lo demás me pareció poco especial. A excepción, eso sí, de Punta Ballena, una entrada en el mar (aquí océano) con espectaculares puestas de sol ante Casapueblo, el singular edificio-museo-casa-taller-hotel del prolífico artista uruguayo Carlos Páez Vilaró de claras influencias mediterráneas.
puesta de sol en Casapueblo, Punta Ballena

puesta de sol en Casapueblo, Punta Ballena


La siguiente parada por la costa atlántica uruguaya iba a ser la más especial. Por algo nos la recomendaron tan efusivamente varios amigos en la página del planBR1 en facebook (gracias Montse!) y mi prima Flori. Cabo Polonio. Uau! Cuesta llegar, pero vale mucho la pena, y además es posible que valga tanto la pena porque precisamente cuesta llegar. Varios buses encadenados te dejan a las puertas del parque nacional, y ahí o te caminas 7kms de dunas o te llevan en camiones 4×4 o en jeep hasta la aldea de humildes a la par que atractivas casas de madera que en su día fueron de loberos (los que cazaban a los lobos marinos que por suerte han sobrevivido a sus matarifes y siguen viviendo tras el faro en dos grandes colonias en las que se mezclan con los leones marinos aún mayores que los lobos), más tarde la aldea fue morada de pescadores, artistas, bohemios, aventureros, rebotados del mundo, idealistas y, hoy, sobre todo de gente que vive del turismo en este entorno dunar aislado increible. Sin electricidad, ni coches, ni grandes comodidades, pero el paraíso para quien pueda disfrutarlo sin las muletas del desarrollo. Me alegra mucho que queden lugares así en el mundo. Y finalmente de Cabo Polonio a Punta del Diablo, un destino surfero, con oferta turística muy respetuosa con el entorno y un ambiente de pueblo de pescadores remoto. Bonitas playas, calles sin asfaltar, algún restaurante, hostales y casas de alquiler. La antítesis de Punta del Este para los que no quieran llevarse la artificialidad urbana a la playa pero tampoco se atrevan con el aislamiento radical de Cabo Polonio en donde uno parece diluirse ante la inmensidad del cielo, la tierra y el mar.
Cabo Polonio, sin palabras

Cabo Polonio, sin palabras

Uruguay, un país tranquilo


contraluz de un banco al atardecer en el muelle de Colonia

contraluz de un banco al atardecer en el muelle de Colonia


Tras dos meses y medio en Argentina volviendo a las raíces, llegó el momento de hacer la mochila y ponerse en marcha de nuevo. La llamada del camino otra vez. En esta ocasión los bultos son más y los kilos que arrastro casi el doble que la última vez que ejercí de mochilero puro, en Asia. Mal. Por qué? Bueno, por un lado me aburguesé un poco en Oceanía viajando en coches de alquiler. Y por otro, al perder durante un mes mi equipaje en algún lugar entre Auckland y Buenos Aires, me compré algo de ropa, más toda la que me dio mi padre que ya no usa se sumó a toda la mía cuando volvió a aparecer mi mochila en Nueva Zelanda. Todo eso sumado al hecho de vivir cómodamente en el apartamento de Jorge, me hizo olvidar lo importante que es viajar ligero. Y claro, ahora voy cargado como un burro. Con mochilón, mochila y swag parezco una feria ambulante. No worries, ya me iré desprendiendo de cosas durante los próximos días. Si no, soy un burro de verdad. Para compensar tanto tiempo en una gran ciudad como Buenos Aires, qué mejor que cruzar el Río de la Plata para encontrarse con la serenidad uruguaya. Primera parada, Colonia. Belleza atemporal. Clase. Un hermoso rincón Patrimonio de la Humanidad. El casco antiguo es una maravilla arquitectónica que recuerda a algunos rincones de Catalunya o de la Toscana. De Colonia de Sacramento a Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay, un país de poco más de tres millones de habitantes. El barrio elegido para alojarse un par de noches es el Palermo negro, el de las calles que todo los domingos al caer la noche se llenan del ritmo afrouruguayo del candombe. Hipnótico y poderoso. Unos tambores que nos remiten al origen de la humanidad en el continente negro. Todos salimos de África, no muy lejos de la actual Etiopía. Todos. Los chinos, los esquimales, los argentinos rubios, las irlndesas pelirrojas, los vikingos, los vascos con RH negativo, los judíos, los palestinos y hasta la raza aria (si existe). Todos somos uno. Y cada tarde de domingo los tambores del candombe que resuenan en el Palermo negro de Montevideo nos invitan a recordarlo, a sentirlo y a celebrarlo.
si su vida va demasiado deprisa, pare, respire hondo y disfrute

si su vida va demasiado deprisa, pare, respire hondo y disfrute