Archivo de la categoría: 24 Bolivia

el inspirador Estado Plurinacional de Bolivia


la Fiesta del Gran Poder inunda anualmente de devotos las calles de La Paz

la Fiesta del Gran Poder inunda anualmente de devotos las calles de La Paz


Bolivia es uno de los países más ricos de Sudamérica en recursos naturales (gas, sal, litio, plata… bueno, la plata casi ya casi nos la llevamos toda). Y, a veces pasa, también es el país más pobre del subcontinente en renta per capita. No obstante desde 2006 algunas mejoras han empezado a llegar a las capas más humildes de la población. Ese año por primera vez en la historia un indígena llegaba al poder. Evo Morales, un presidente distinto a los que uno conoce. Por muchos motivos, pero me voy a quedar con tres. Uno, emigrante. A los 6 años se fue con su familia a trabajar a Argentina. Dos, cocalero. Antes de ser presidente representó a los cultivadores de coca de la zona plantándole cara a Estados Unidos con éxito en su intento de erradicar ese cultivo de Bolivia. Y tres, indio. Se considera de nacionalidad aymara. Desde que ganó por mayoría absoluta las elecciones de uno de los países con mayor proporción de población indígena de América del Sur unas cuantas cosas han cambiado. Ha descentralizado el poder, llevándose la capital a Sucre, pero manteniendo el gobierno en La Paz. Ha realizado múltiples reformas sociales. Y ha hecho algo que podría exportarse a muchos países del mundo. Consciente de la riqueza y variedad de lenguas, pueblos, culturas y tradiciones que habitan el lugar mucho antes de que existiera la República de Bolivia, o incluso antes de que llegaran los Incas y los españoles, ha rebautizado al país y algunas de sus instituciones. Ministerio de Culturas (¡en plural!), Estado Plurinacional de Bolivia. Y en todos los edificios públicos ondean gigantes la bandera de Bolivia al lado de la igualmente inmensa Wiphala que representa a los pueblos indígenas andinos. ¡Qué sencilla e inteligente fórmula de inclusión! Me estoy imaginando ahora un Ministerio de Culturas de España promoviendo todas las lenguas y culturas del país, y que uno pudiera tener acceso a ellas desde cualquier punto de España. Los vascos que viven en Sevilla o Madrid podrían ver ETB allí, o los valencianos podrían ver TV3 en su tierra para poder practicar más el catalán si quisieran, porque el Ministerio de Culturas garantizaría que todos los ciudadanos tuvieran acceso a las diferentes lenguas y culturas del país. Buena fórmula, la verdad. Los primeros días en Bolivia, a veces me decía cómo me cuesta entender el castellano de algunos bolivianos!, luego me di cuenta de que el castellano de Bolivia es claro y hermoso, y que lo que no entendía era quechua, o aymara, o guaraní o cualquiera de las 37 lenguas oficiales del país. En La Paz callejeé un montón. Disfruté de las Fiestas del Gran Poder con multitudinarias ruas de músicas que me recordaron a las que oí con Vicent en la fiesta de Moros y Cristianos de Alcoi. También vi unos bailes populares que tenían algún parentesco con las sevillanas. Al fin y al cabo, España está en los genes de Bolivia también. Comí en el mercado, saqué fotos y me sentí a gusto como paceño.
Copacabana, a orillas del lago Titicaca

Copacabana, a orillas del lago Titicaca


Después de La Paz y ya camino a Perú había que acercarse al lago Titicaca. Cuyas aguas se encuentran a más de 3800 metros sobre el nivel del mar. El lago navegable más alto del mundo. Muy energético y especial. La base para explorarlo fue Copacabana, población donde me comí una espectacular trucha al limón y desde la que tomamos un bote a la Isla del Sol. Los paisajes del Titicaca son hermosos. Aguas claras, cielos nítidos, nubes blancas como en los dibujos animados y de fondo, a veces, imponentes picos nevados de los Andes. Uno de esos lugares especiales donde uno podría hacer un retiro espiritual, una cura personal o inspirarse para escribir un libro.
BR1 visto en la costa norte de la Isla del Sol, lago Titicaca

BR1 visto en la costa norte de la Isla del Sol, lago Titicaca

nieve, sal y sol en el Salar de Uyuni


BR1 esperando el tren, en Uyuni, Bolivia

BR1 esperando el tren, en Uyuni, Bolivia


Crucé a pie la frontera de Argentina a Boliva. A un lado de la barrera, La Quiaca, al otro, Villazón. No pensé que fuéramos a encontrar cola para pasar a Bolivia, porque uno imagina que habrá más boliviano quieriendo entrar en Argentina que al revés. Me equivoqué. Casi tres horas esperando a que los funcionarios revisasen todos los papeles y documentos requeridos a los locales para pasar de un país a otro. Con los viajeros rubitos iban un poco más rápido, pero estábamos en la misma fila así que, sin privilegios. Ya en Villazón empecé a notar que Bolivia tenía un encanto especial. A un kilómetro y medio del puesto fronterizo estaba la estación de tren, hacia ahí íbamos, entre otras cosas porque Villazón no tiene mucho que ver ni tampoco había otra forma de huir ese día en el que había paro de taxis y buses con todas las calles cortadas por los propios autocares cruzados en el medio para que a nadie se le ocurriese no seguir la huelga. El tren salía a la tarde y llegaba a Uyuni de madrugada.
vista del Salar de Uyuni desde la Isla del Pescado

vista del Salar de Uyuni desde la Isla del Pescado

A 3600 metros de altura sobre el nivel del mar, en el medio del Altiplano de Bolivia, a la una y media de la madrugada hace mucho frío. Yo creo que fue la noche más fría de todo el viaje. En una cama con sábanas congeladas en la que, al cabo de un rato se acumulaba algo de calor a un centímetro del cuerpo, pero a la que movías un brazo o un pie parecía que encontrabas hielo y volvías exactamente a la misma posición en la que estabas. No había hielo en la cama, pero sin calefacción y con temperaturas bajo cero fuera, daba esa sensación. Pero la aventura es la aventura y habíamos llegado hasta aquí para ir a ver el desierto de sal más grande del mundo, y dicen que posiblemente el más bello, el Salar de Uyuni. Eso sí, antes había que equiparse: guantes y medias de lana de alpaca, pantalones interiores de esos que se ponen debajo de los pantalones (en mi caso entre las piernas y los tejanos) y unas botas de montaña. Otro contratiempo fue el mal de altura, que ya había experimentado en el Tíbet, y que volvió a hacer acto de presencia, más levemente, en el Altiplano. Dolor de cabeza, mareo, fatiga… algunos sienten náuseas también. Para combatirlo, reposo, muchos líquidos (agua, té, mate, sopa), sobre todo con hoja de coca, y otros estimulantes como la cafeína o la sal. En las farmacias del lugar le venden a los forasteros una pastilla que mezcla paracetamol con acetazolamida y no-me-acuerdo-que-más, y funciona. Eso sí, si alguien está muy mal, vomitando y sintiéndose como un trapo, entonces hay que bajar, acercarse al nivel del mar, porque si no la cosa puede ser grave. No hizo falta activar ningún plan de emergencia. Con reposo, paciencia, mates de coca y alguna pastillita de esas que nos vendieron en la farmacia, listos para el Salar. Tres días recorriendo una maravilla natural sin igual. El Salar de Uyuni con sus blancas extensiones de antiguo océano evaporado. La Isla del Pescado con sus cactus milenarios observando el horizonte salino. Volcanes, flamencos, llamas, alpacas y vicuñas. Pueblos de trabajadores de la sal en la que la proporción de indígenas se acerca a la totalidad. Y al final la Laguna Colorada, un increible paraje natural en el que la gama cromática se multiplica por mil al retirarse las nubes que descargaban nieve sobre las cotas más altas y aparecer de nuevo el todopoderoso sol.

Laguna Colorada, Bolivia

Laguna Colorada, Bolivia