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Nueva Zelanda, más lejos ya no me puedo ir


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Bueno, bueno, bueno, ya estoy en las antípodas de mi casilla de salida. Lo que se encuentra al otro lado de Barcelona en este planeta debe estar muy cerca de mis actuales coordenadas. He tardado 11 meses. Todo lo que venga ahora tendra un contradictorio sabor de «seguir avanzando» y «estar volviendo» al mismo tiempo. A priori, raro. Pero como todo lo novedoso en este viaje, estimulante. 2011 empezó muy bien. Fin de año en Sydney bailando tras los fuegos artificiales música hindú. El día 1 paseo de despedida por la no-capital de Australia con Anja. El día 2 volaba hacia Auckland con Oscar. Un vuelo de LAN muy agradable de menos de tres horas en el que quise ver la peli de facebook pero no me dio tiempo de ver el final, aunque ya me lo imagino. Dejaba atrás la tierra de los canguros, el país al que más tiempo le he dedicado tras la India. No pude ver Queensland y su barrera de coral, ustedes han seguido las inundaciones mejor que yo, seguro. Ni tampoco se dio Tasmania, a pesar de mi fe ciega en las palabras de Maite y de mis ganas de ir. Cuando estaba a un tiro de piedra de la isla, ahí en Melbourne, llegó Oscar y la navidad. Anja quería costa este, Oscar quería verano, en Tasmania hacia mucho frío y yo quería estar con mis amigos.
IMG_1898 Así que nos fuimos a Sydney. Y tras diez días juntos los tres, entre Melbourne y Sydney, los chicos nos adelantamos y nos fuimos a Nueva Zelanda. Nos alquilamos una station wagon, un coche familiar en el que si uno abate los asientos traseros se puede dormir como si fuera una cama doble, y salimos a la carretera. Antes tuvimos la suerte de conseguir dos bicicletas gratis de un tipo que tras intentar venderlas las abandonó en una empresa de coches de alquiler y al llamarlo nos dijo «yo ya me he ido, pero si las queréis son vuestras». Y en ese mismo instante nos fuimos a buscarlas, con la Nissan, una neverita, cuatro compras, las mochilas, mi swag para dormir bajo las estrellas y el colchón que se compró Oscar para dormir dentro del coche. Empezaba nuestro road trip neozelandés que nos iba a llevar al faro de la punta norte de la isla norte y dos semanas más tarde a los increibles paisajes del lago de Wanaka en la isla sur. Por el camino muchas charlas intensas. Agotadoras, pero necesarias. De dos amigos inconformistas que se conocen desde hace veinte años a los que les gusta cuestionar todo, que saben lo que les gusta y lo que no, pero que misteriosamente no saben por qué a veces la vida les lleva a estar haciendo cosas en contra de sí mismos, en vez de lo que saben que es lo bueno para ellos, y que al final es lo mejor para los suyos. Hemos disfrutado de playas, montañas, largos paseos en bici alrededor de lagos, comidas caseras, vinos, zumos y cervezas locales, y hasta nos hemos dado recetas para mejorar algunos detalles. Recetas del cambio que siempre empiezan por cuidarse más, algo que nunca hemos tenido mucho en cuenta y que por primera vez parece que estamos de acuerdo. Ahora hay que ver si nuestros actos son coherentes con nuestras conclusiones. En tal caso estaremos empezando a cambiar el mundo.
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de Broome a Sydney por tierra pasando por Uluru y la Great Ocean Road


BR1 en lo alto de una roca de Kings Canyon, Northern Territory, Australia

BR1 en lo alto de una roca de Kings Canyon, Northern Territory, Australia


Es curioso que al llegar a Australia me haya desconectado de internet. A priori hubiera dicho que eso me podía pasar más bien en lugares como Nepal, Tíbet o Laos, pero no. Fue volver a un pais occidental tras siete meses conectado en Asia y contra todo pronóstico desconectarme casi del todo este último par de meses. Conociendo gente con la que compartir aventuras, visitando lugares remotos, viviendo experiencias lejos de las pantallas conectadas a la red. Tomándome mis primeras vacaciones de internet. Si me empecé a conectar en 1997, probablemente no ha sido hasta finales de 2010 que me he desconectado por primera vez un buen rato. Además en Australia la conexión es cara y en muchos casos no permiten subir fotos, así que me tomé unas vacances, desconectarme un poco de la red puede que también fuera necesario en este largo viaje. Y más en un país tan grande, con tantos kilometros por recorrer. Mi aventura por la costa Oeste siguió en solitario desde Exmouth hasta Broome, primero en autostop y después en bus. En Broome encontré un 4×4 muy barato de alquiler que había que llevar a Alice Springs en 5 días. Y lo hice. Conduciendo 2800 Km por mi cuenta, sin emisoras de radio en la mayoría del trayecto, ni CDs porque se los habia dejado a mis compis de Perth, ni cable con el que conectar el mp3, asi que el desierto y yo durante 5 días y 5 noches. Grandes baobabs en el primer tramo, y canguros, aves rapaces y algún dingo como compañía en casi todo el camino. A destacar Cable Beach en Broome y las increibles formaciones rocosas esféricas de Devils Marbels a unos 100 Km al sur de Tennant Creek.
amanecer en Uluru, Ayers Rock, la roca sagrada, el monolito gigante situado en el centro de Australia

amanecer en Uluru, Ayers Rock, la roca sagrada, el monolito gigante situado en el centro de Australia


En Alice Springs me reencontré con Anja. Y los dos nos embarcamos en un intenso tour de tres días en los que fuimos a visitar las famosas rocas del interior, sagradas para los aborígenes durante miles de años, y pisoteadas por los blanquitos durante los últimos 150. Recorrido muy especial por las formaciones geologicas de Kings Canyon, Kata Tjuta y su Valle de los Vientos, y finalmente Uluru, la majestuosa e imponente roca gigante o monolito rojo en medio de la nada que cada año atrae a miles de viajeros al centro de este enorme país-isla-continente. Para rematar la singular experiencia, las dos noches noches del tour dormimos bajo las estrellas con nuestro saco de dormir dentro de un invento australiano llamado swag que consiste en un saco impermeable, con colchón en su interior, en el que uno se mete con su saco de dormir, dejando la cabeza a la interperie mirando al cielo y disfrutando de las estrellas, sin tener frío ni temer a las humedades. Y como nos dijo nuestro guía Scott, aunque la mayoría de turistas que van a Australia le teme a los cocodrilos, serpientes, tiburones, arañas y escorpiones, lo que mata más gente aquí es el sol. Así que, durante el dia, bebíamos agua como camellos y no meábamos ni gota. Entusismados con la aventura de dormir bajo las estrellas Anja y yo nos compramos un swag y alquilamos un coche para viajar de Alice Springs a Melbourne y disfrutar de la Great Ocean Road, la carretera con mejores vistas de Australia. Por el camino visitamos las minas de Coober Pedy, dormimos en la antigua prision de Mount Gambier, disfrutamos del encanto de Adelaide, de los vinos de Barossa Valley, de playas gigantescas para nosotros solos, de eucaliptus poblados por koalas, de los los Twelve Apostles y sus fotogénicos acantilados, y sobre todo de la aventura de vivir sin otro plan que disfrutar de la libertad.
Twelve Apostles, en la Great Ocean Road, Victoria, costa sur de Australia

Twelve Apostles, en la Great Ocean Road, Victoria, costa sur de Australia


En Melbourne vino el reencuentro con mi amigo Oscar. Vino barbudo y cansado del stress sostenido de los últimos meses en los que ha puesto en marcha con Raquel la flamante primera tienda de Mimótica Micola. Con él y con Anja pasé las fiestas. Navidad en Melbourne donde Oscar hizo una escudella espectacular con sopa de galets incluída. Y fin de año en Sydney donde Oscar preparó una paella de campeonato. Si es que no hay quien lo pare! Ni en vaciones se está quieto! Me siento feliz de haber pasado estas fechas con gente con la que me siento bien.
Anja, BR1 & Oscar en Sydney

Anja, BR1 & Oscar en Sydney

la costa Oeste de Australia, de Perth a Exmouth


BR1 entre Grand Strand y Eagle Gorge, parque natural de Kalbarri

BR1 entre Grand Strand y Eagle Gorge, parque natural de Kalbarri


El 13 de noviembre me subí a un avión estacionado en el número 13 del aeropuerto internacional de Bali. El vuelo fue de lo más agradable pese a la extraña sensación que tenía al abandonar Indonesia, el país que me devolvió la felicidad extraviada en algún lugar de Tailandia, y Asia, el continente en el que he vivido los últimos 7 meses y 10 días. Mi corazón se va cargado de vivencias hacia un continente al que jamás imaginé que llegaría, Oceanía. Primera parada Perth, la ciudad más remota de Australia, al sur de su costa Oeste, a tres días en tren de Sidney. Primeras impresiones, positivas. Lo malo, los precios. Por lo que antes pagaba por un Bungalow con vistas al mar, ahora me dan un café y una madalena a la que llaman muffin, mucho más grande y sabrosa, eso sí. Por suerte mi primer alojamiento va a ser gratuito, en casa de Adrian, un australiano que como yo se estrena en CouchSurfing. Es su primera experiencia como anfitrión y la mía como invitado. Duermo en la habitación de su hijo, que vive a unos 300Km con su madre. La cama es cómoda y además tengo sábanas de Spiderman. Tras la primera noche, nos vamos con la pick up de Adrian a practicar un poco de remo a bordo de los dos kayaks que lleva en su remolque trasero. A menos de 40 Km de su casa empezamos a remar en una playa con pelícanos, nuestros kayaks pasan junto a un grupo de delfines que nadan cerca nuestro y al cabo de poco llegamos a una isla habitada por focas. Increible. Todo esto en mi primer par de días en Australia. Los dos siguientes los dedico a pasear por Perth y a buscar compañeros de aventuras con los que compartir un vehículo en el que conducir, y vivir, subiendo la costa Oeste. La más despoblada del despoblado y gigantesco país-continente. El 17 de noviembre ya tengo furgo y compañeros de viaje con los que compartir gastos y puestas de sol.
BR1 con el bigote de Movember en la parada de tren de Sherwood, en las afueras de Perth

BR1 con el bigote de Movember en la parada de tren de Sherwood, en las afueras de Perth


una cueva con vistas al mar en la salvaje playa de Red Bluff

una cueva con vistas al mar en la salvaje playa de Red Bluff


Mis socios en la aventura son Lucie, 32, profesora checa de eco-turismo enamorada de Nueva Zelanda, que lleva siete años fuera de su país; John, inglés afincado en Koh Tao desde que cumplió los 50 hace dos años, donde ejerce de «el instructor de submarinismo más viejo de la isla»; Gorana, 26, serbia nacida en Croacia y criada en un pueblo inglés al que no quiere volver, de momento viaja y trabaja en Australia; y Anja, 30, alemana que trabajaba para la Bayer en Colonia hasta que hace pocos meses dijo basta, ahora viaja y busca, como casi todos los que estamos en el camino. Los cinco viviremos dos intensas semanas a bordo de la Toyota de alquiler, cocinaremos y dormiremos juntos, haremos listas de la compra y discutiremos, conoceremos nuestras fobias y nuestras filias mucho antes de lo normal. Esquivando canguros y emus en la interminable carretera, veremos paisajes y compartiremos una experiencia vital a la que, aunque con nostalgia, siempre podremos volver.
Lucie, Gorana, Anja, BR1 y John, compartiendo nuestra ultima puesta de sol en Turquoise Bay, Exmouth

Lucie, Gorana, Anja, BR1 y John, compartiendo nuestra ultima puesta de sol en Turquoise Bay, Exmouth