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Surf en Lombok, Robinson Crusoe en Gili Air


puesta de sol en Kuta, Lombok, Indonesia (sin retocar colores!! tal cual)

puesta de sol en Kuta, Lombok, Indonesia (sin retocar colores!! tal cual)


Despedida por la puerta grande. Tras disfrutar en la isla de Java de la gente y su cultura, de los templos y los volcanes, no podía irme de Indonesia sin al menos pasarme una semanita en alguna de sus islas paradisíacas. Así que me tomé un ferry a Bali y la crucé rápido por el norte porque es menos turístico que el sur. La primera noche la pasé en Lovina, nada especial, y la segunda en Senggigi, mucho mejor. Un pueblo-bahía muy agradable de donde salen los ferrys a Lombok, mi isla preferida en Indonesia. Pasé un par de días en Senggigi, caminando tranquilamente por su larga playa y durmiendo en Made Homstay. Un hostal nuevo de 5 o 6 habitaciones limpias, todas en la planta baja con vistas a un pequeño jardin. Made es el nombre del dueño, un menudo y simpático surfer balinés afincado en la isla vecina. Antes de seguir recorriendo Lombok y ya que estaba cerca de las Gili y que me habían hablado tan bien de ellas, me fui a verlas. Son tres islitas de arenas blancas coralinas y aguas transparentes. Trawangan es la mayor, destino de los más jóvenes sedientos de diversión nocturna. Meno es la menor y más tranquila, destino de parejas que pueden permitirse hoteles más caros. Y Gili Air, es la más cercana a Lombok en la que convive una mayor comunidad local con los viajeros que la visitan. A Gili Air me fui, y en esta isla, en temporada baja por inicio de las lluvias, pude sentirme Robinson Crusoe por unas horas. Empecé a caminar descalzo por la playa en la costa este, bordeé la punta norte, me bañé en la desértica costa oeste mientras llovía y no había absolutamente nadie en mi campo visual y finalmente sorteé el pequeño puerto al que llegan los barcos de las otras islas. En pocas horas, y siempre caminando hacia adelante, llegué al punto de salida. Como una vuelta al mundo reducida a las dimensiones de bolsillo de Gili Air que, efectivamente es el mundo para algún centenar de lugareños que ha nacido y pasado toda su vida aquí como la encantadora familia que me acogió en uno de los bungalows de madera de su casa de huéspedes Mawar. Con ellos compartí varios tés y cafés y pude observar la relajada versión reggae del islam en una isla paradisíaca donde conviven de forma totalmente natural los seguidores del Corán con los que practicamos alguno de los terribles pecados por él descrito, como tomarse una cerveza con los pies en la arena mirando una puesta de sol. Y ya que las Gili son famosas por sus hermosos buceos, antes de irme hice mi inmersión número 11, la primera fuera de Tailandia, en la que pude disfrutar de nuevo de la magia submarina y de las tortugazas que por ahí viven. Y de las Gili, cuyo significado es «isla pequeña», al sur de Lombok. Presentía que no podía irme sin ver las playas de Kuta (no confundir la ultraturística Kuta de Bali), conocido destino surfero, con largos y hermosos litorales, bahías que quitan el hipo y, sin construcciones altas y feas!!! Por favor que se mantenga así!! Desayunando con una pareja de ingleses les digo: creéis que es demasiado tarde empezar a hacer surf a los 38? Y me sueltan al unísono NEVER, never is too late!!! Cosa que, no solo es verdad, sino que también es LA actitud. Así que me fui a por Blackberry, el surfero isleño que me iba a prestar la tabla y a echar una mano en mi primera experiencia cabalgando las olas. Nos fuimos con las tablas en moto hasta el muelle, ahi nos tomamos un bote que nos condujo a la bahía de Grupuk donde suele entrar una ola ideal para principiantes pero frecuentada también por cracks. Y ahí me tenéis, erguido en la tabla, deslizándome sobre las olas, experiementando otra maravillosa primera vez en este mágico 2010 y rompiendo otra limitación de mi antiguo yo, la de creer que es demasiado tarde para emprender y empezar. Nunca es demasiado tarde.
Gili Air, pequeña y hermosa isla al noroeste de Lombok

Gili Air, pequeña y hermosa isla al noroeste de Lombok

Java, personas y volcanes increibles


Borobudur y el Monte Merapi de fondo
Vine a Java por la gente. Mis amigos indonesios viven en la isla más poblada del mundo (124 millones de habitantes), por eso volé con ellos a Yakarta. Si no hubiese venido acompañado habría elegido Sumatra por su naturaleza y escasez de turismo, Komodo por sus dragones, Borneo por sus bosques o Sulawesi por su barrera de coral. O puede que me hubiese ido directo a Australia, porque después de 8 meses y medio de viaje, y de 7 en Asia, aunque me quedan países por ver en este continente (me quedo con las ganas de Filipinas y Japón, así como de recorrer mejor algunos de los países visitados) ya no me quedaban demasiadas energías para seguir por Asia. Quería pasar página. Cambiar de rollo. No es que me haya cansado de comer arroz y fideos, pero tengo que confesar que entre Bangkok y Singapur estuve a punto de tirar la toalla y volver. Un bajón emocional lo tiene cualquiera. Pero tranquis, que ya está superado, este mes de noviembre no me váis a ver el bigote de Movember por vuestra calle. Tengo otros planes. El primero de ellos terminar de disfrutar de Indonesia, el país revelación de viaje. El que, sin esperármelo, me está sorprendiendo más positivamente. Y eso que empecé por Java, a priori la isla menos paraíso de todas. De la capital, en la que solo estuve un día en el que hasta me invitaron a una boda… y fui, nos fuimos a Semarang, la capital de Java central, ahí pasé una semana fuera del alcance de mi Lonely Planet. El finde nos fuimos a Surabaya y a la isla de Madura a un festival de danzas tradicionales y carreras de toros! Mucho calor, algo de fiebre, bastante diversión, dormir en el suelo y conocer al gobernador. Unos primeros diez días en Indonesia muy originales que no os puedo recomendar porque lo mejor que tuvo fue la convivencia con mis amigos indonesios, más que los lugares en sí. Los segundos diez días en Java los dediqué a hacer el turista. Primero en Solo, ciudad que compite con Yogyakarta por ser el alma del país, donde tuve la suerte de asistir a un concierto privado de gamelan, la musica tradicional de Java interpretada de forma hipnótica por decenas de instrumentos tipo marimba y xilofono. Ya en Yogya, el volcán a 26Km despertó. Eso no impidió que pudiese ir a ver los templos de la ciudad, y los de las afueras como Prambanan y Borobudur. Mención especial al templo de Borobudur y a su enclave. El amanecer ahí, con la niebla alrededor y de fondo el Merapi echando humo no lo voy a olvidar. Lo siguiente fue visitar Wonosobo y Dieng, y respirar algo de aire fresco. Y a partir de ahí, una vez despedida no sé hasta cuando mi amiga Dewy, porque ella tiene que volver a Semarang a trabajar y yo siento que «tengo que» (quiero) seguir mi camino, me voy a por Java oriental. El paisaje lunar del volcán Bromo y su entrañable vecino con forma de flan, el Batok. Y al día siguiente el paisaje más extraterrestre que he visto jamás, el volcán Ijen y en el cráter su lago turquesa fumando el mismo azufre amarillo que extraen en canastos ultrapesados los esforzados mineros-sherpa de Java. Una isla llena de personas y volcanes increibles.
El Merapi echando humo visto desde Borobudur al amanecer

Indonesia, un pueblo acostumbrado a las catástrofes naturales


agitado octubre de 2010 en Indonesia

agitado octubre de 2010 en Indonesia


Indonesia es un país compuesto por 18.000 islas y 400 volcanes, 129 de ellos activos y el más activo de todos, lo estamos viendo esta semana, el Monte Merapi, que en indonesio significa Montaña de Fuego. El mega-archipiélago está sobre el Anillo de Fuego del Pacífico, una zona de gran actividad sísmica y volcánica sacudida por unos 7000 temblores al año, casi 20 al día. La mayoría son imperceptibles. Unos pocos, devastadores. Como el que sacudió Sumatra el otro día y precedió al tsunami que azotó las diminutas islas Mentawai al oeste de Sumatra, acabando con la vida de al menos 408 personas y dejando a más de 4000 sin casa. El terremoto y el tsunami pasaron a más de 2000 Km de donde estaba, pero el volcán entró en erupción a menos de 30 Km de Yogyakarta, la ciudad en la que estuve los últimos tres días. Y aunque ya se haya cobrado, al menos 36 vidas, y haya provocado un centenar de heridos y una evacuación de 40.000 personas fuera del perímetro de seguridad a 10Km del cráter, aquí en Yogya todo parecía normal. A esta distancia no ha temblado el suelo, ni he visto lava, ni ha llovido ceniza y casi no se distingue la forma del volcán echando humo. A ver, la gente pregunta y se informa más. Los noticieros de la tele son seguidos con mucha atención. Alguno lo abren con imágenes a cámara lenta de las víctimas, música melodramática y, sobre lacito negro, el cartel en mayúsculas de PRAY FOR INDONESIA (REZA POR INDONESIA) o sea, que los medios sensacionalistas son otra plaga global. Por suerte la influencia que ejercen algunos medios de comunciación va disminuyendo a medida que avanza la era digital en la que internet reparte juego entre muchos más. Grandes medios, pequeños colectivos e individuos con voz propia. Una comunidad muy potente en el mundo y en Indonesia es CoachSurfing. Una red global que conecta viajeros con miembros de comunidades locales que ofrecen alojamiento gratuito, o simplemnente consejo. Todos los miembros de la pandilla con los que pasé el fin de semana de mi cumple forman parte de esta comunidad. Pero no solo. También se están movilizando este fin de semana para ir a ayudar a las víctimas del Merapi, llevándoles leche, pan o lo que necesiten. Son gente muy activa, positiva, curiosa, abierta y muy hospitalaria. Lo que me ha hecho pensar, recordándome a las historias de amor en medio de una guerra, que vivir en un contexto de peligro constante conviviendo con las catástrofes naturales y la muerte, puede hacer que se viva cada día como si fuera el último. Sin posponer lo que se quiere hacer. Sin perder tiempo en tener mal humor. Sin ahorrar la energía que pueda suponer sonreír o ayudar a los demás. Los indonesios e indonesias tienen la dulzura de los pueblos del sudeste asiático, la curiosidad y lucidez de los hindús, los principios del Islam, el empuje e iniciativa de los chinos, la ambilidad malaya y el respeto por la naturaleza y sentimiento de comunidad que suelen tener los pueblos isleños. Me gustan. Y no se por qué, pero intuyo que este país me va a marcar. Y tiene tanto por descubrir, que ya sé que no me va a dar tiempo en una sola visita. Todavía no me he ido del archipiélago con forma de sonrisa y ya pienso en volver. 🙂
parte de la crew con la que fui de Semarang a Madura pasando por Surabaya

parte de la crew con la que fui de Semarang a Madura pasando por Surabaya