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Wat Phu en Laos y Angkor Wat en Camboya


BR1, a lo alto del templo khmer Wat Phu, provincia de Champasak, Laos

BR1, a lo alto del templo khmer Wat Phu, provincia de Champasak, Laos


Sigo pedaleando por el sudeste asiático. Los últimos 300 kilómetros los he hecho junto a otro intrépido viajero a pedales. Lach, australiano, se viene desde Corea con su mountain bike de 27 marchas (la mía tiene 6). A veces sube su bici a algún tren o bus, lo que no quita que su cuentakilómetros marque ya más de 2000 Km pedaleados, que no esta nada mal. El mío, en caso de tener uno, marcaría unos 500 a estas alturas, quien tenga ganas de calcularlo estas son las coordenadas: de Kompong Cham (Camboya) a Pakse (Laos). Después de cuatro días disfrutando de la calma de Don Det, isla tropical del archipiélago de Si Phan Don (las 4000 islas) en el río Mekong al sur de Laos, hemos vuelto a la carretera. Y es que pasar las horas leyendo en la hamaca del porche del bungalow con vistas al Mekong reconforta y carga las pilas. Y con las energías renovadas en tres días nos hemos plantado en Pakse. Ayer en Champasak aprovechamos para visitar uno de los templos mas importantes de Laos, Wat Phu, del mismo imperio Khmer que, desde lo que ahora llamamos Camboya y parte de Laos, dominó hace siete, ocho siglos toda la zona y además dejó para la humanidad la mayor construcción religiosa del mundo, Angkor Wat. Una maravilla, la octava dicen. Angkor Wat, Angkor Thom, Ta Prohm, Wat Phu. No sabía de la grandeza del imperio Khmer, de hecho no sabía ni de su existencia. Es otra de las ventajas de viajar, uno no para de aprender: historia, geografía, fotografía, idiomas, filosofía de vida, comunicación no verbal con gente que no comparte ninguna lengua con uno. En fin, que menos comodidad y certezas viajar es lo más. Así que solo espero que la envidia que pueda estar dando a alguna persona pueda convertirse en el empujón para que se anime a dar el salto. Como me pasó a mi mientras leía muerto de envidia en Barcelona el blog de Marc Serena y el libro de JM Romero.
puerta norte de Angkor Thom, Camboya

puerta norte de Angkor Thom, Camboya

medio año viajando y una semana pedaleando


la vida es como una bici, tú pedaleas y le das el sentido que quieras

la vida es como una bici, tú pedaleas y le das el sentido que quieras


Hoy se cumplen seis meses de viaje y, tras barcos de carga, trenes, buses, botes, barcas y alguna moto de alquiler, ahora voy en bicicleta. Y hoy también hace una semana que me la compré. Por $50 la bici, el candado, un inflador, la canasta delantera, el soporte trasero, dos gomas elásticas para sujetar la mochila y una cámara de repuesto. No recuerdo comprarme nada que me hiciera tanta ilusión en los últimos tres años. Y lo bonita que es! Pero esto no es una oda al consumismo, ni mucho menos, no pierda el tiempo, la energía y el dinero comprando cosas inútiles, disfrute de lo mejor de la vida, que no tiene precio: el amor, las buenas charlas, el paseo, la lectura, la contemplación. En todo caso sería una oda a la bicicleta como herramienta para ver el mundo de más cerca, viajar despacio, parar donde uno quiera, salirse del lado turístico, oler y oir los países por los que uno pasa (de momento Camboya en mi caso). También da para depejar la mente y hacer deporte al mismo tiempo. Si este viaje me esta limpiando por dentro, ahora la bici me va a poner a tono por fuera. De momento en una semana ya tengo mejor color y parece que el cuerpo quiere empezar a redibujarse. Hasta ahora he recorrido por mi propio pie 110Km en dos días (día 3 de descanso en Travie donde fui a ver los delfines de río), y 130Km en tres días, (día 7 de descanso en Stung Treng ya a solo 60KM de la frontera de Laos). Por el camino, miles de camboyanos viviendo en sus casas a ambos lados del camino sus vidas rurales a orillas del gran río Mekong. Cultivando arroz con sus búfalos de agua, teniendo muchos hijos y todo con un biorritmo ceñido a la luz diurna. A las 5, arriba y a las 9 de la noche, a dormir! Como no hay hoteles en el campo, estas dos noches las dormí, una en una habitación que tenían en una casa-restaurante de O Krieng por la que me pidieron $2 y la otra, en la terraza de madera de un bar de Sambor en frente de un templo budista y con vistas al Mekong donde por fin estrené mosquitera y saco de dormir y donde no me pidieron dinero. La familia del bar, madre, padre y tres hijos, durmieron a mi lado con su repectiva mosquitera, los cinco bajo una red doble. El saco me salvó la espalda del contacto directo con la madera y la mosquitera de los bichos. Ni un mosquito me picó! Contento, sigo mi camino por el mundo, en bicicleta.

mi debut como viajero en bici, Mekong arriba


mi Jaguar verde aparcada en el camino camboyano del Mekong

mi Jaguar verde aparcada en el camino camboyano del Mekong


A punto de cumplir medio año en la carretera y tras llevar unas semanas dándole vueltas al asunto de salirme del camino turístico, he dado el paso. Me he comprado una bici. Una hermosa Jaguar verde, con 6 cambios Shimano en muy buen estado. Fue en una bicicletería de Kompong Cham donde tenían cientos de bicicletas de segunda mano. La mía habrá pertenicido a algun viajero inglés, o viajera. Tiene una banderita británica en el caño del asiento. Llevaba un tiempo pensando que viajar como un mochilero más siguiendo la ruta y yendo a los alojamientos, los monumentos y lugares para comer que más o menos siguen todos, porque además es lo que sale en las guías que todo el mundo lleva, estaba haciendo de mi viaje una hermosa pero incompleta experiencia. Me faltaba ver el mundo de más cerca, no el turístico, el real. Y creo que la bici me va a ayudar. Ya me lo habia dicho el Gatu, que cuando te vas acercando en bici a un lugar, te ven a lo lejos, ven tu esfuerzo, tu locura, van viendo acercarte y cuando llegas a su lado, casi que ya formas parte de su vida y celebran tu llegada. Antes de ayer, en un error de cálculo, y puede que exceso de euforia, hice 76Km! (al principio pensé que 105, pero no!) De Kompong Cham a Chhlong, subiendo el Mekong y cambiando de orilla con un transbordador al poco de salir. Estaba tan ilusionado que salí a las 6.30 de la mañana, y eso que no me puse despertador. Y no llegué hasta 12 horas después a mi destino. Por el camino y desde el primer minuto, gente y casas de verdad, lugareños sonriendo, miles de niños a lado y lado de la ruta saliendo descalzos a saludar a mi paso «hello! hello!». No deben pasar muchos forasteros por aquí, pensaba. Y me gustaba la idea. Eso sí, al buscar un lugar donde dormir, un cartel que pusiera hotel, guesthouse o rooms… nada. Por eso pedaleé hasta Chhlong, 76 kilómetros en un día, y a ratos en camino de tierra. Hoy, en cambio, ha sido muy fácil mi tramo de Chhlong a Travie, solo 34Km, pan comido! A ver si ahora también me atrevo a dormir fuera del circuito turístico. Como todavía no me he atrevido, el saco de dormir y la mosquitera que llevo conmigo desde que salí de Barcelona hace casi 6 meses, están por estrenar.

las islas de Vietnam: Cat Ba, Cham y Phu Quoc


Halong Bay by cocuun

Halong Bay by cocuun


Todos tenemos nuestra isla. Esa burbuja en la que refugiarnos del mundo exterior. Para unos es su casa, para otros su pareja, su cama, su amante, su trabajo, su familia, su barrio o su país. Los hay incluso que tienen su isla de verdad, y no me refiero a los pocos que como Marlon Brando se pudieron comprar una, sino a los que tienen una isla como refugio al que ir siempre que pueden, como Menorca, Formentera o Cadaqués (que aunque está enganchado a Catalunya ejerce de isla). A mi me apasionan las islas. Tanto el concepto como la sensación de ir a una de las de verdad. Así que a la que puedo y se pone una interesante a tiro, y más si se puede ir por mar, ahí voy. En Vietnam estuve en tres. Al norte, en Cat Ba, la mayor de las casi 2000 islas e islotes de la Bahía de Halong. El recorrido hacia la isla es una maravilla, aunque dormir en uno de los barcos turísticos de Halong Bay pueda hacer que el paraíso natural en el que uno está pierda la mitad de su gracia por el karaoke del barco de al lado. Sí, la bahía es gigante y hermosa, pero atracan todos los barcos juntitos en la misma zona. La isla de Cat Ba, tiene parque natural, tres playas y una capital que repite todos los fallos que cometimos en los peores ejemplos de la costa mediterránea con edificios altos, grises y feos que destrozan la primera línea de mar. En el centro de Vietnam, a la altura de Hoi An, estuvimos en la mayor de las islas de Cham. En un pueblito de pescadores en donde nunca hay más de ocho turistas juntos, cada uno se aloja en la casa de una famila come con ellos en el suelo sobre una esterilla y antes de irse hay que aportar algo útil a la comunidad, en mi caso les di una clase de inglés a la madre y a la abuela. Muy especial el par de días en la isla de Cham. Y al sur, en frente de la costa de Camboya (de la que me han dicho que tiene unas islitas muy interesantes y poco explotadas), visitamos Phu Quoc, la mayor de las islas de Vietnam. Con una zona turística llamada Long Beach donde se puede dormir en bungalows en la playa por $10 oyendo las olas de mar y la lluvia (Thai Tan Tien), una capital -Duong Dong- con mercado nocturno en el que se puede comer pescado y marisco bien frescos a la brasa a muy buen precio, y muchos kilómetros sin turistas a la vista por recorrer. Y, faltaría más, en cada una de las islas aproveché para bañarme en el Mar de la China, porque ir al mar y no adentrarse en él deja incompleta una de las mejores experiencias de esta vida.
hostal Thai Tan Tien, isla de Phu Quoc

hostal Thai Tan Tien, isla de Phu Quoc

subiendo las aguas del Mekong, desde el delta en Vietnam hasta la capital de Camboya


tomando notas en el diario, a bordo del bote lento que sube el Mekong

tomando notas en el diario, a bordo del bote lento que sube el Mekong


Tras un mes y una semana en Vietnam, primero con los chicos del 33, luego con la pandilla de Hoi An, después solo y finalmente con Lidia y sus amigas, surcamos río arriba las aguas del Mekong en busca de Camboya. Antes, una visita a Saigón, o la Ciudad de Ho Chi Minh, como se rebautizó en 1975 tras la reunificación del país con el nombre del héroe nacional. Una ciudad demasiado occidentalizada para la Asia que iba buscando. Me recordó en más de un momento a Buenos Aires: avenidas anchas, no demasiados coches, muchos árboles -verdes y altos- arquitectura moderna y occidental. Y el Mekong? en algunos tramos, sobre todo ya a la altura de Camboya, me hizo pensar en el Río de la Plata. Ancho, caudaloso y marrón. Por lo demás, seguimos en el Sudeste Asiático. Los gorros cónicos, los mercados flotantes, y las plantaciones de arroz lo certifican. Y las caras de las personas también. Piel más oscura que al norte de Vietnam y muchas sonrisas. Soy cero pro-religiones, pero puede que el budismo haya ayudado a digerir tan rápido y tan bien tanta atrocidad humana reciente en la región.