Archivo de la categoría: 10 China

catalanes por el mundo


flanqueados por un suizo y una francesa, cuatro catalanes fotografiados por una quinta, brindando con la Bia Hoi, la cerveza fría de barril popular en Hanoi, Vietnam
Los catalanes viajan y uno se los va cruzando en los rincones más insospechados del planeta. Algunos aprovechan cada paréntesis laboral para emprender un pequeño aunque a veces lejano viaje, como Isabel de Barcelona, que además lo documenta de maravilla en su más que recomendable blog. Algunos no solo se plantean, sino que además llevan a cabo proezas increibles como la de Anna y Cesc con los que me crucé en Egipto mientras volvían en bici desde Mongolia hasta Vic, Déu n’hi do!. En el barco carguero de Egipto a la India solo había otro pasajero, Goar un catalán afincado en Canarias o un canario nacido en Barcelona, en todo caso otro culo inquieto que ahora debe estar aprendiendo chino en el país del que es originaria la pólvora, el té, los fideos, la acupuntura y el tai chi. Precisamente en China me topé con Pol de Sabadell que llevaba unos cuantos meses fuera de su tierra, conociendo mundo, expandiendo sus horizontes. Y me lo encontré en el acogedor hostal de Chengdu que me había recomendado Lidia de Fonteta, con la que después coincidí en Vietnam con Mireia y Maria, sus amigas de Barna, pero sobre todo compañeras de aventuras. En Vietnam también tuve la visita de Jordi, Txell, Hanne y Salat que vinieron a grabar un capítulo del KM33, próximamente en sus pantallas. Y más tarde, coincidí con Sergi, el tarragoní con el que vi varios partidos del mundial siguiendo a La Roja en pantallas que sonaban en vietnamita, charlando con otros viajeros en inglés y entre nosotros en catalán. En la costa de Kerala, India, conocí a Glòria de Vic, que se fue al ashram de Amma a descubrir sus poderes, dicen que cura con abrazos. En los bungalows de Don Det, Laos, casualmente fui vecino de tres catalanas que disfrutaban de sus vacaciones de agosto: Anna BCN, Anna de Girona y Marta. En agosto se multiplicó el catalán que se escucha por el sudeste asiático. Ahora ya vuelve a sonar menos, dejando paso a los idiomas de los viajeros de largo recorrido como el francés, inglés, alemán y hebréo, porque el catalán es muy viajero, pero bastante estacional. En septiembre el seny nos atrae de vuelta a nuestras responsabilidades (hasta yo empezaré una colaboración con 5minuts+, el nuevo programa despertador de iCat fm que presentará mi compi Mireia Mallol a la que le contaré desde el mundo curiosidades del viaje). Llevo unos días debatiendo por mail con mi amiga de la infancia Victoria Szpunberg sobre nuestra identidad, y cuanto pesa en nuestro parecido cocktail cada componente (el argentino, el judío, el español, el catalán…). A ella, otra catalana singular, y a los que la vida también ha hecho viajar va dedicada esta nota. Hoy, 11 de setembre, lejos de Catalunya, me sumo a lo que diría Groucho Marx si fuera catalán: ésta es mi bandera, si no le gusta, tengo otras.
Eva visitando a Anna i Cesc en Egipto, que vienen en bici de Mongolia hasta Vic. Amb un parell... de rodes!

las terrazas de arroz de Yuanyang, al sur de Yunnan


las terrazas de Yuanyang donde se planta arroz a diferentes alturas

las terrazas de Yuanyang donde se planta arroz a diferentes alturas


Yunnan es la provincia china preferida por los mochileros (uno dice provincia pero son más grandes que los mayores países europeos). Tiene buen clima y paisajes espectaculares. Su capital es Kunming, una agradable ciudad por la que mucha gente se desplaza en motos y bicis eléctricas, con lo que hay que ir con mucho ojo porque no hacen ningún ruido cuando se acercan por detrás (sostenibles pero traidores!). Después de Kunming me fui a Yuanyang, a menos de 300 Km de Vietnam, donde se puede apreciar uno de los mayores espectáculos (agri)culturales del mundo: las terrazas de arroz. Ahora verdes, en otoño amarillean, en invierno se ponen rojizas y cuando el arroz todavía no asoma por encima del agua, los reflejos del sol al amanecer y en los atardeceres son de postal. A mi me ha tocado la infinita gama de verdes y comprar las postales de los demás colores.

Llegados a este punto tengo que decir que antes del viaje cuando pensaba en China me imaginaba otro planeta con seres raros, costumbres distintas, vestimentas impredecibles, comunicación casi imposible y platos mas exóticos que en Indiana Jones y el Templo Maldito cuando comen sopa de ojos y sorbete de sesos. Y para nada! Chengdu me recordó a Madrid y Kunming un poco a Chicago, por los rascacielos, pero con un clima mas suave. En China me he sentido super cómodo, nada me ha parecido de otra galaxia, ninguna comida demasiado extrema (de las que he probado, porque he visto bichos muy feos que no irán a mi boca) y la gente muy amable, especialmente las minorías etnicas, que ganan menos dinero, pero sonríen más.

Chengdu, la tierra de los osos panda


la dura vida del oso panda gigante en Chengdu

la dura vida del oso panda gigante en Chengdu


Lo dicho, cuarenta y cuatro horas de tren después de Lhasa, llegué a Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan. Me fui al Sim`s Cozy Garden Hostel, una maravilla de albergue regentado por Sim de Singapur y su mujer Maki de Japón. Internet gratis, jardín central muy agradable, información de todas las actividades interesantes de la zona y pantalla grande para ver algún partido del mundial. Lidia me lo habia recomendado. Y yo se lo recomendé a los cuatro ingleses que quedaban conmigo de la excursion al Tíbet: Adelle, Tom, Maxine y Sean. Cuando me disponía a dar una vuelta en bici por la ciudad, me encuentro a Goar, el canario que viajó conmigo en el carguero de Egipto a la India y con el que compartí las primeras dos semanas de Bombay a Hampi. Hacía dos meses que no nos veíamos así que nos teníamos que poner al día. Me contó que se quiere quedar a vivir en China un año para aprender chino mandarín. Con un buen nivel de inglés hay bastantes oportunidades para trabajar como profesor y dar clases a los millones de chinos que no saben nada de inglés (la mayoría). Y él lo va a intentar. Le conté mis planes, le deseé suerte, nos dimos un abrazo y se fue para Beijing. A la noche fui a ver con mis amigos ingleses el teatro de las sombras chinas y las máscaras y después nos fuimos a cenar el plato de la región, el Hot Pot. Una especie de fondue china en la que se pone dentro de la super olla de todo: fideos, algas, carne, verduras… Muy divertido y muy picante. Al día siguiente me fui a ver a los pandas al Chengdu Research Base of Giant Panda Breeding, centro donde los crían, los cuidan y hacen divulgación sobre el mundialmente conocido oso panda gigante, ese perezoso y entrañable comedor de bambú, y lo mismo con el no tan famoso pero muy reivindicable panda rojo, también conocido como panda menor. Así que Marta, ya sabes donde ir si quieres ver de cerca al firefox. Es muy bonito, pero ojo, que por muy herbívoro que sea tiene mucha mala leche.

los trenes en China son una maravilla


despedida de los cielos tibetanos desde el tren Lhasa - Chengdu

despedida de los cielos tibetanos desde el tren Lhasa - Chengdu


Ya tenía ganas de ver donde iba a parar el dinero que ingresan en todo el mundo y también de escribir cosas buenas de los chinos después de tantas malas que me contaron los amigos que habían estado en el país de la Gran Muralla. Me habían dicho de ellos que eran unos guarros. Pues bien, la estacion de Lhasa y el tren de Chengdu brillaban. Mucho más limpios (y nuevos) que en la mayoría de países de los que vengo. Es cierto que escupen y eructan, pero eso son pequeñas diferencias culturales. El vagón restaurante era de verdad, con asientos, mesas y comida, no como el del AVE Barcelona-Madrid en el que no hay donde sentarse ni qué comer (y eso que soy un fan del AVE). Hay cuatro categorías o clases en los trenes chinos (me voy a tener que comprar un libro que me cuente en que consiste el comunismo es este pais). Asiento duro, que es lo mas barato e incómodo, asiento blando, cama dura y cama blanda, que es primera clase, con solo cuatro personas por compartimento, aire acondicionado, colchón gordo, sábanas limpias, almohada y manta. En serio, la falta de libertad en internet -uno no se puede conectar a facebook ni a youtube en toda China por ejemplo- es lamentable, como también lo es la presión que ejercen en el Tíbet, pero al César lo que es del César, los trenes chinos estan muy bien. Las 44 horas del Lhasa – Chengdu pasaron volando.
pasajeros del tren chino Lhasa - Chengdu

pasajeros del tren chino Lhasa - Chengdu

Dejando atrás el mal de altura, en Lhasa


el cielo en llamas tras el Palacio de Potala, en Lhasa

el cielo en llamas tras el Palacio de Potala, en Lhasa


He protagonizado mis 8 días en el Tíbet. No se puede elegir otra duración u otro itinerario, pero vale la pena. El primer día se sale de Katmandú, la capital de Nepal, a 1.400 metros sobre el nivel del mar y se cruza la frontera para llegar a Nyalam, en Tíbet, a 3.750 metros. Ascensión demasiado rápida en un día, pero es la ruta oficial. Aquí empieza para algunos cierto malestar físico, nada grave. Al día siguiente, camino a Lhatse, se pasan dos puertos, el segundo en la cota de los 5.200 metros. En este punto somos unos cuantos del bus turístico que padecemos los síntomas del mal de altura: mareo, dolor de cabeza de cabeza, boca seca, palpitaciones, respiración pesada … Ante lo que lo mejor que se puede hacer es tomar agua, té, sopas de jengibre, pastillas contra el mal de altura… y si la cosa persiste o empeora, oxígeno y bajar, descender por debajo de los 3.000. Por suerte nadie empeoró. Porque la idea era seguir por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar durante una semana. En Lhasa, la capital del Tíbet, a 3.650 metros, ya nos encontramos bien todos. A las alturas uno tambien se termina aclimatando. Eso sí, ya nunca dudaré ante la pregunta chorra de «mar o montaña?». En mi anterior vida habre sido delfín y en la próxima seré marinero. Pero insisto, a pesar del pequeño mareo y del leve dolor de cabeza a los 5.200 metros, la visita al Tíbet es altamente recomandable. Ya en Lhasa fuimos al Palacio de Potala coronado con una irritante bandera china, al Monasterio de Sera, al Templo de Zhefeng y al Monasterio de Drepung donde asistimos a las discusiones diarias entre monjes budistas, donde se retan uno frente al otro a preguntas y respuestas sobre la transitoriedad, el cambio y la no permanencia. Y como todo fluye y yo no quiero temer ni odiar a nadie, me voy unos días a China.
las discusiones de los monjes es budistas en el patio del Monasterio de Drepung

las discusiones de los monjes budistas en el patio del Monasterio de Drepung

los cielos más azules y las nubes más blancas, en el Tíbet


el monasterio de Shiangtse, Tíbet

el monasterio de Shiangtse, Tíbet


El 5 de junio me subí a un bus turistico destino Tíbet y ese mismo día entré a la Republica Popular de China. El Tíbet es chino desde 1951 y eso se nota. La cultura tibetana, su idioma y sus costumbres se van diluyendo ante la presión económica, política, demográfica y militar de los chinos en la región. La religión budista poco a poco va desplazando su centro de gravedad del Tíbet a otras regiones de China, Nepal o la India donde sus practicantes tienen más libertad. Al Tíbet no se pueden entrar libros del Tíbet ni mucho menos banderas o insignias que reivindiquen su libertad. Nuestra guía nos contaba todo lo que podía y nosotros (sólo se puede ir de visita al Tíbet en grupo, desde Nepal o desde China) podíamos preguntarle cualquier cosa siempre que no estuviera relacionada con política. Yo debería estar hablando unicamente de lo maravilloso de los paisajes del techo del mundo, de la hermosa intensidad del azul de los cielos tibetanos y del blanco puro de sus nubes, pero me cuesta obviar una parte tan grande de la verdad. Visitar el Tíbet hoy es ver los ultimos días de una antigua civilización en serio perligro de extinción. En pocas décadas esto va a ser una bonita provincia china, con hermosas montañas, glaciares y lagos, pero sin los habitantes que le dieron vida y personalidad durante tantos siglos inspirarando a personas de todo el mundo y con los templos budistas vacios, sin actividad, reconvertidos a museos que explicarán lo que en su día fueron. Ojalá me equivoque.

cruzando el Tíbet se disfruta de paisajes naturales sin igual

cruzando el Tíbet se disfruta de paisajes naturales sin igual